Mil batallas

Por Eduardo Coquet


Lluvia de agresiones, bajos salarios, altos precios, despidos, violencia verbal, jurídica, simbólica, violencia física. El Estado se repliega, el gobierno le cubre la retirada atacando en todos los frentes, para debilitarnos. Genera conflictos, miente estadísticas, justifica  palos y gases, esgrime argumentos bizarros con personajes ridículos que irritan. Pero todo esto que parece salido de un cuento de terror, no lo es. Es de terror, pero no es cuento. Es un plan perfectamente diseñado para destruir y desarticular la resistencia popular. Porque el ajuste es contra el pueblo y sus derechos. Porque no hay argumentos válidos que puedan avalar semejantes atropellos. Entonces su plan es mantenernos ocupadxs en pequeñas y sectoriales batallas para evitar la expresión popular de un estallido. Mientras tanto, avanzan con su aplanadora de derechos, adquiridos tras años y años de luchas populares. La estrategia es golpearnos en todos los frentes al mismo tiempo para mantenernos ocupadxs, confundirnos, sectorizar, dividir el frente de batalla en pequeños episodios de manera constante, siempre, todo el día, todos los días.

No es en vano que admiren a la generación del ´80 y a Roca como expresión más acabada de su proyecto de país. Esa generación que persiguió, desplazó, asesinó y les robó aspiraciones, tierras y derechos a los pueblos originarios, a los gauchos y sus caudillos. En aquellos años la discusión era qué hacer con los “bárbaros improductivos” que frenaban el desarrollo de un país que pretendía acoplarse a la economía mundial siendo proveedor de materias primas y consumidor de bienes, elaborados por los países que importaban nuestros recursos naturales. Y la solución que encontraron fue exterminar  a quienes se oponían a sus planes.

Y podemos ver a estos pro-genocidas que nos gobiernan creyéndose Roca y asociados, cada uno en su puesto, pergeñando cómo destruir todo impedimento legal que se oponga a sus pretensiones. Cuentan con los mismos socios de otras épocas, monopolios multinacionales y oligarquías vernáculas. Y aliados ocasionales en una clase media que se quiere vestir de ganadora, pero que inevitablemente será destruida porque no entra en este proyecto de sociedad elitista y autoritaria.

De a poco van restringiendo el acceso a la salud, la cultura, la participación, el trabajo, de todo un sector de la sociedad que les molesta. Niñxs y comedores populares desprotegidos, viejxs sin remedios ni alimento, trabajadores con salarios de hambre. Hay gente que sobra en este proyecto de país y han diseñado una emboscada. Allí nos esperan, los bajos salarios de hoy serán mañana jubilaciones miserables, más bajas que las actuales.  

No permitamos otro genocidio, esta vez más sofisticado y sutil, pero no menos perverso y cruel. Y basta como ejemplo la palabra de quien dirige: tienen la libertad de morirse de hambre. No hay más que decir ni tiempo para perder. Salgamos a las calles a defender todas las conquistas, de todos los sectores afectados, de todos los sectores que no pueden salir. El drama de los jubilados es el drama de todxs. Sepamos que las batallas son miles pero la lucha es una: conseguir que la igualdad sea un punto de partida.




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